miércoles, 2 de mayo de 2012

Sincartes



El sol iluminaba todo el campus universitario, ya eran más de las tres. Plutón acababa de almorzar en Faustino, caminaba ensimismado tuiteando a sus compañeros que iba a organizar un gran evento, que quería contarles algo que iba a cambiarles la vida. A lo lejos divisó a un chico sentado cerca del pozo filosófico. Estaba solo. Estaba metido en sus pensamientos, escribía con una pluma fuente sobre un cuaderno de pastas doradas. Parecía que iba a prender fuego al papel. Sigilosamente Plutón se acercó hasta llegar a observar lo que escribía Sincartes. “La tensión entre el ser, lo que es, y lo que desaparece…”. Sincartes cerró el libro con violencia.

Sincartes: ¿Qué crees que estás haciendo?

Plutón: Nada, nada, lo siento. Solo me pareció interesante lo que escribías.

Sincartes: No es interesante. Es privado. Puedes volver por donde has venido.

Plutón: Ehh, calma, calma. Solo quería ser amable. Por cierto, estoy organizando un debate sobre la libertad para alumnos de todas las facultades, ¿te gustaría venir? Es este sábado en el aula 6 de Fcom.

Sincartes: ¿Fcom? ¿En serio te crees que unos pavos de comunicación tienen algo bueno que decir? ¿Y te crees que unos estúpidos de ese calibre van a aportar algo a las grandes reflexiones de la historia de la filosofía, que van a tener una respuesta a los interrogantes de los grandes pensadores de la humanidad, que pueden aportar algo? Ahora entiendo por qué haces la doble.

Plutón: pues sí, sí que lo creo. He tenido un par de debates con los de Económicas sobre la libertad y creo que su experiencia en el mercado puede aportar mucho a mis propias ideas, y estoy seguro que a las tuyas también.

Sincartes: Estás muy equivocado, déjame seguir con lo que estaba. Tú y tu falsa filosofía, por gente como tú estamos como estamos: infravalorados. Solíamos ser los sabios, privilegiados por la sociedad por dedicarnos a pensar. Y ahora se nos dice despectivamente que si estudiamos filosofía solo podremos ser profesores de bachillerato. Pff.

Plutón: ¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Por qué estudias Filosofía? ¿Qué sentido le ves a eso que escribes? ¿Para qué lo haces?

Sincartes: Eso no es una pregunta. Eso es un interrogatorio.

Plutón: ¿Qué buscas, Sincartes?

Sincartes: ¿Por quién me tomas? La verdad.

Plutón: ¿Y qué piensas hacer cuando la encuentres? ¿Esconderla en uno de esos grandes libros con los que cargas cada día y que nunca dejas leer?

Sincartes: No. Pero quiero gozar de ella, disfrutarla. ¿No has oído aquello de que la contemplación de la verdad es la actividad más propia del hombre? Pues eso.

 Plutón: ¿Y tú no has oído aquello de que el hombre es un ser social por naturaleza? Pues eso.

Sincartes: Sí, ya, pero eso es solo para las actividades propiamente sociales. Pero la razón es individual, no puedo ir por ahí regalando lo que para mí ha sido el fruto de largos años de trabajo y estudio. ¡Sería de imbéciles! ¡Para eso se inventaron las patentes!

Plutón: ¿Y cómo puedes estar tan seguro de que eso que tienes es la verdad? ¿No te da miedo que si no lo pones a prueba, no puedas escuchar algo diferente que puede que sea válido?

Sincartes: ¿Es que te has vuelto relativista, Plutón?

Plutón: No. Te estoy hablando de algo muy distinto, te hablo del diálogo. ¿No son en realidad tus cuadernos el fruto de un diálogo contigo mismo? ¿No son en verdad un cúmulo de párrafos pensados y corregidos, en los que has visto en ocasiones estar equivocado y has llegado a  tachar lo ya escrito? ¿Acaso te has enfadado contigo mismo cuando has visto que no tenías razón? ¿Te lo has recriminado?

Sincartes: No. Porque he sido yo solo el que ha visto esas verdades, no he necesitado de nadie más para hallar la verdad, no quiero maestros porque no hay ninguno que pueda ayudarme. Porque la filosofía es cosa del filósofo, no de cualquiera. Es exclusiva.

Plutón: Sincartes, ¿Es que acaso tienes miedo? ¿Es una cuestión de salvaguardar tu orgullo? Si no estoy mal, creí haberte escuchado decir que solo buscabas la verdad… ¿Estarías dispuesto a encontrarla fuera de ti, o es que más que la verdad lo que buscas es un poco de seguridad, de admiración?

Sincartes: Vale. Y si decidiera decirlo, explicarlo, ¿qué cambiaría? Paso de estar tres horas discutiendo con una bola de gente que no tiene ni idea y que no piensa cambiar de opinión, ni yo tampoco.

Plutón: pero no crees que al resto les interese tu trabajo? ¿acaso no es una aspiración natural del hombre alcanzar la verdad? Hay cosas que deberías aprender por experiencia…

Sincartes: la experiencia me dice que no querrán escuchar, ni siquiera lo merecen… y sinceramente los entiendo, para una persona cuya mayor aspiración es la fiesta del viernes poco tiene que decirle Kierkegaard o Schopenhauer

Plutón: No puedes ir por ahí juzgando a la gente así. ¿Acaso tú eres simplemente esos cuadernos en los que escribes?  A lo mejor el viernes en la fiesta no les va a interesar, pero puede que a la mañana siguiente cuando estén solos piensen en algo más que eso. Puede que como tú y como yo se pregunten qué hacen ahí, qué valor tiene su vida, hacia dónde la están dirigiendo, pero ¿sabes cuál es la diferencia entre ellos y nosotros?

Sincartes: ¿Cuál?

Plutón: Que ellos no tienen dónde escribirlo, a quién contárselo, con quién debatirlo. No lo tienen porque están enfermos, enfermos de una sociedad que ha dejado a los filósofos de lado. Enfermos del siglo XXI en el que hablar de verdad es casi un insulto, y ¿tú y yo qué?, ¿no vamos a hacer nada al respecto?, ¿no crees que deberíamos ayudarles?

Transcurre un minuto en el que ninguno de los dos dice nada. Plutón suspira derrotado, se da media vuelta y empieza a caminar hacia la carretera. Sincartes le grita –¡Eh, Plutón! – Plutón se da media vuelta y le mira extrañado –¿Qué? –Que nos vemos el sábado.

La irrealidad de lo inexacto





La vida es sueño, aunque en un sentido completamente distinto a la aplicación original de Calderón de la Barca esta frase podría referirse a la vida del hombre frente al mundo. El hombre esta limitado por su modo de percibir el mundo, vive entre sus percepciones e ilusiones no siempre correctas y ajustadas al estado real de las cosas. Las cosas son como son, son de una determinada manera pero el hombre por decirlo de algún modo al conocerlas crea una aproximación, una representación, una determinada concepción de las cosas basada y originada sin lugar a dudas por la realidad.
            Que nuestro conocimiento sea finito nos posibilita la vida humana. ¿Cómo podría un hombre sobrevivir en el mundo si percibiese todos los cuerpos según su tamaño real? No podría diferenciar lo que esta más próximo de lo lejano. Las leyes de la visión nos facilitan esta diferenciación alterando nuestra percepción de los objetos que no los percibimos de acuerdo a su tamaño real.
            Un conocimiento exacto y completo no nos permitiría llevar una vida propiamente humana. Los sentidos permiten realizar una simplificación dejando de lado ciertos aspectos de la realidad que quedan al margen aunque no deban ser negados. Así cada sentido capta solo su objeto propio sin tener en cuenta el resto de cualidades que determinan ese cuerpo. De este modo nuestro acceso a la realidad al estar mediado por estos sentidos ya no es capaz de realizar una representación exacta y perfecta del mundo sino que por ejemplo lo que esta fuera del espacio y el tiempo ya no es percibido aunque no por ello debe ser negado.
            El lenguaje se basa en nuestro limitado conocimiento, ponemos nombre a las realidades tal como las percibimos y nombramos los hechos tal y como los vemos. De este modo algo tan simple como llamartyhrfthurtuyrtytryrt  pero esto no debe incitarnos a reducir el campo de la realidad debemos contar con ello sin caer en falacias reduccionistas fundadas en el lenguaje. El lenguaje es vago porque se refiere a nuestro conocimiento que generaliza y aplica el mismo termino a cosas diferentes en grado o a realidades inexactas que emplea el hombre para moverse de modo cotidiano en el mundo como indica Russell en jhdsfvgfgaujegf. No tomar las propiedades de nuestro modo de conocimiento de las cosas o de nuestras palabras como propiedades de las cosas en si, las cosas son exactas y concretas cada una tiene un modo determinado y particular de ser.
Incluso ante la posibilidad de crear un lenguaje lógico y exacto también la vaguedad sale al encuentro ya que en cuanto que un lenguaje trata de referirse a la realidad al mundo habitable añadiendo valores de verdad como lo verdadero y lo falso de una proposición ya establece una relación que supone la verificación de ese hecho en el mundo que supone la particularización en un caso determinado y limitado nuevamente por nuestro particular acercamiento a la realidad. Alcanzaría la total exactitud si no fuese necesario aplicarlo al mundo, aplicándolo a una existencia celestial imaginaria pero como señala Russell “me temo que a aquellos a quienes disguste la lógica les defraude mi cielo”.
            entendemos el ideal de precisión pero somos incapaces de alcanzarlo efectivamente en un sistema.
 Para alcanzar una exactitud en un sistema exigiría una relación biunívoca que cada término se corresponda con otro término y cada relación con otra en la estructura del nuevo sistema. Nuestra limitación propia del ser humano no le permite forjar un sistema tan complejo como el sistema de lo real de modo que al conocerlo simplifica y generaliza los términos y estructuras. Por tanto no es que las cosas sean vagas ni que nuestro conocimiento sea vago ya que el mismo como hecho es algo perfectamente determinado sino que para manejarnos creamos sistemas que no son del todo precisos aunque se fundamenten en la realidad. El hombre es incapaz de un conocimiento exacto y absoluto de la realidad porque las representaciones que se hace de ella no son una pura copia de la misma sino que al estar mediado por nuestro modo de acceder a ella, como dice la cita clásica “conoce al modo del cognoscente”. Avance de las ciencias con teorías e hipótesis que sirven para avanzar hasta que no se demuestre lo contrario. Con esto no quiero decir que sea imposible un conocimiento de la realidad pero siempre hemos de contar con que aunque cierto, es limitado.
El lenguaje como cualquier otro sistema de representación del mundo posee estas características ya que no se da una relación biunívoca entre significado y termino o proposición y hecho que lo verifique
si deseamos comunicarnos y manejarnos en el mundo tan complejo como el nuestro solo podemos aceptar la vaguedad como un hecho y lidiar con ella sabiendo que no es una cuestión que se refiera a las cosas en si sino que se refiere a la limitación propia del ser humano.

Pido disculpas



            Pido disculpas por comenzar mi ensayo así. No quiero conseguir su afecto sino captar benevolencia. Hacerles comprender mis limitaciones, no simplemente mostrárselas sino hacer que me comprendan y disculpen por tan miserable comienzo.

            El fin de esta sentencia es cambiar su actitud, no solo transmitir mis limitaciones, sino que al “pedir disculpas” realizo una acción. Con esas dos palabras y solo con su pronunciación realizo algo inviable por ningún otro medio: solicito su comprensión.

            Pocas palabras tienen tanto poder. Permiten evitar guerras, reconciliar amigos, lograr el perdón de desconocidos, etc. Su poder y alcance es inabarcable. A veces es la única muestra de una actitud interna de arrepentimiento que solicita el perdón del otro. E incluso en ocasiones esas palabras ni siquiera van acompañadas por ningún sentimiento. Cuando tropiezas con alguien por la calle y pides disculpas no es necesario que tengas un sentimiento de culpa para que esa oración cobre sentido, su sentido reside en sí mismas que muestran la actitud de haber tropezado sin querer pero en ningún caso dolor en el corazón por el tropiezo cometido. Tienen una fuerza en sí que “pide perdón”, solo dos palabras permiten que haya paz por las calles donde la gente se tropieza a menudo.

            Este hecho nos muestra que existen oraciones performativas que no solo transmiten una información sino que realizan una acción a través de sí mismas. Son las que más peso tienen en nuestra vida cotidiana y por tanto lo que quiero mostrar en este ensayo es la necesidad de una correcta interpretación como requisito para que cobre sentido una oración como esta. Las oraciones constatativas que simplemente transmiten un contenido verdadero o falso, un conocimiento de la realidad no suponen un cambio radical en nuestra vida que se desarrolla en sociedad y por tanto nada ocurre habitualmente si esas palabras no son interpretadas, simplemente caen al vacío. Sin embargo, las oraciones performativas son un tipo de oraciones que en si mismas no solo enuncian una verdad, sino que ellas mismas la configuran, “hacen” la verdad, configuran la realidad modificándola a través de una acción. Por ello es difícil determinar el valor veritativo de estas oraciones ya que no depende de la realidad a la que haga referencia, ellas mismas crean o configuran la realidad, cambian, actúan sobre ella creando un nuevo estado de las cosas. “Hacen”, suponen un cambio, modifican; no solo comprenden o enuncian la realidad transmitiendo un mensaje. Las oraciones performativas son símbolos de una acción (simbolizan una acción interna como en nuestro ejemplo) o acciones en sí (como puede ser el caso de “queda abierta la asamblea”). Esto supone que actúan, realizan un cambio en la vida social, significan algo que exige una respuesta de los demás al igual que cualquier otra acción por ello para que cobren sentido es esencialmente necesario que sean interpretadas de manera correcta, que sean comprendidas por su destinatario, por aquel sobre el que realiza la acción.

            Continuando con nuestro ejemplo: al tropezar con alguien en Pío XII y decirle rápidamente “¡Disculpe!” la persona con la que hayamos tropezado seguramente se girará esbozando una sonrisa y dirá “No ha sido nada, no te preocupes”. Esas mismas palabras si son pronunciadas al tropezar con alguien en una región de Rusia donde nadie entiende nuestra lengua, nos miraran con cara de pocos amigos y continuaran su camino pensando en lo torpes y maleducados que somos.

            La comprensión y empleo del mismo registro es fundamental en cualquier acto comunicativo pero especialmente en aquellas palabras que actúan por si solas dado que su actuación no saldrá de la esfera de uno mismo a no ser que sea comprendido por otros. Y, dado que el hombre vive y actúa en sociedad, precisa en su actuar ser comprendido, que sus acciones sean interpretadas con la intención que él las realizó.

            El requisito necesario para desarrollar cualquier pensamiento acerca de la realidad o del ser es la aspiración de verdad, la voluntad sincera de alcanzar una adecuación entre las palabras o pensamientos del sujeto y la realidad en si. Pero además el requisito necesario para actuar a través de unas palabras es que esas palabras sean comprendidas por los otros que su significado sea interpretado correctamente. Es problema es que el modo de actuar habitual del ser humano es universal o en todo caso cultural pero muy dependiente de la esencia del hombre en sí, sin embargo el registro idiomático es muy variable, depende de cada comunidad y por tanto para que se realice una acción a través de las palabras es necesario que se interpreten de modo correcto tal y como quiere el hablante.

El arte de la filosofía


  
"Todo lo sabemos entre todos" Pedro Salinas

¿Quién podría decir que la poesía de Bécquer no habla de amor?, ¿o que el Guernica no expresa la verdad del sufrimiento de la guerra? Una poesía, una canción o una pintura expresan muchas veces una verdad inefable, algo grandioso que ha logrado captar y quiere mostrar a la sociedad. En el arte, la belleza o capacidad de emocionar  del artista no se logra por azar. El arte, como expresa el pintor del cuadro “Blanco sobre blanco”, es el resultado del trabajo de toda una vida. El artista busca inspiración y su labor no concluye con el hallazgo de esa idea sino que debe expresarlo, compartirlo, comunicarlo.
            En este sentido podría considerarse la filosofía como un arte. El arte de hallar la verdad en las cuestiones más profundas del hombre y compartirla. La mayor parte del conocimiento que posee cada uno no lo ha alcanzado personalmente a través de la experiencia o reflexión. Nadie duda que exista Rusia aunque no lo haya visitado, ni se plantea dudar de los avances científicos sin ser experto en el campo. Nuestro conocimiento es acumulativo, la cultura nos aporta una riqueza en el saber que cada individuo por sí solo no alcanzaría aunque invirtiera en ello toda su vida. Por esto me parecen muy acertadas las palabras que Pedro Salinas pone en boca de un español “Todo lo sabemos entre todos”. Confiamos en los demás en la mayoría de nuestro saber y con la ayuda de otros alcanzamos nuevos enfoques o simplemente profundizamos en nuestra postura rebatiéndola. No en vano Platón mostraba sus enseñanzas en un ámbito conversacional encarnándose en la figura de su maestro.
  La conversación o discusión nos enriquece permitiéndonos ampliar nuestro conocimiento. Pero solo tiene sentido si se fundamenta en la aspiración a la Verdad, es requisito indispensable aproximarnos a ella, ante la pluralidad de posturas, tratemos de buscar la más acertada. Todos hemos pasado por la experiencia de intentar negociar con quien no quiere hacerlo, con  quien no está dispuesto a escuchar. Para aproximarnos a la verdad debemos estar dispuestos a aceptar que estábamos equivocados, parcial o totalmente y así hacernos con la idea más exacta posible.“En el contraste con la experiencia y el diálogo racional los seres humanos somos capaces de reconocer la superioridad de un parecer sobre otro y progresar”[1]. Se avanza en la comprensión de la Verdad conversando, no solo con las personas de nuestra época, sino con el pasado que ha dejado su huella en libros y obras. El pluralismo no implica la igual valoración de todas las posturas o culturas (hay maneras mejores y peores) sino el respeto a todas ellas: todas son una aproximación a la verdad, una manifestación de lo bello, lo verdadero, lo bueno. Pero esto no implica que haya muchas verdades, la verdad es una e íntegra y a ella aspiramos todos los seres racionales. Un pluralismo cooperativista supone la colaboración en la captación de la verdad para lograr una postura más completa a través de la integración de distintos puntos de vista, tradiciones o pensamientos.
            La Verdad es posible pero la aproximación a ella no es sistemática o academicista sino conversacional y social, ahí es donde el hombre se encuentra a sí mismo, porque en el diálogo con los demás se sorprende presente en la mente, en las palabras del otro, y comprende el camino que debe seguir, la búsqueda incesante de la Verdad. La Verdad no se agota en un sistema, no podemos tratar de apresarla porque supera cualquier limite. En la discusión aunque no logramos la verdadera comprensión del todo, caminamos hacia una mayor comprensión. En la filosofía, a diferencia de en el comportamiento ético o cultura, siempre podemos caminar en la senda del progreso, ya que aunque en una determinada sociedad primen unos valores siempre podemos entrar en discusión con los pensadores del pasado y con todo ese bagaje continuar la labor. Con esto no quiero defender que siempre avancemos hacia una época mejor porque de hecho no es así sino que siempre, en cualquier época es posible una comprensión más abarcante de la verdad gracias al testimonio. La Verdad es perfección y la conversación nos permite un perfeccionamiento progresivo de nuestro pensamiento y expresión por tanto permite una captación progresiva y gradual de la Verdad.
            Por último me gustaría resaltar que la filosofía solo puede alcanzar peso en el desarrollo de la sociedad si se enmarca de nuevo como en otras épocas de la historia dotando de hondura a la vida cotidiana. El pensamiento debe surgir de la propia reflexión humana acerca de la vida y sus limites, de la muerte o del destino del hombre; temas que están latentes en toda persona y todo tiempo y que hacen que la filosofía no sea estéril encerrándose por decirlo de algún modo en la “Academia”, la filosofía debe ser un arte de todos y para todos. La filosofía, junto con el arte, la literatura, la poesía o cualquier tipo de búsqueda y expresión de la Verdad debe aspirar a comprender la realidad, abarcarla con aspiración de verdad. Por ello se ha dado relevancia en la ultima década a la integración de la filosofía en el marco de la humanidades apostando por un rigor lógico y relevancia humana que permitan desarrollar una disciplina cercana, útil y al mismo tiempo exacta en su conocimiento.
La filosofía es el resultado de una gran reflexión previa pero solo en la comunicación o discusión podremos alcanzar la verdad de un modo más profundo. Por ello es importante la expresión del pensamiento, no solo para dejar la huella, sino para crecer nosotros mismos. Encerrados en nosotros mismos no lograremos captar lo esencial del hombre ni del mundo porque un sabio aislado no es sabio porque la sabiduría reside en la cultura, que es en definitiva el conocimiento acumulado de generaciones; lo más alto del hombre no se desarrolla sin los otros.


[1] “Pragmatismo y relativismo” Jaime Nubiola

"Toda una vida"





El arte, la belleza o capacidad de emocionar no se logra por azar. Toda una vida es en realidad poco para decir quiénes somos y porqué estamos aquí. El sufrimiento, la pasión e incluso el amor se nos escapan de las manos, creemos que porque podemos nombrarlos sabemos de qué estamos hablando, que ejercemos control sobre ellos, pero de hecho no es así, nunca ha sido así. Y por eso el cavernícola se manchaba las manos de sangre y las plasmaba en la pared, porque sentía algo y  quería contarlo, y pasaba horas observando las rugosas paredes y de pronto volvía otra vez. Y golpeaba la pared con violencia provocando que la mancha fuera aún más indefinida. Y ahí estaba; aquello era, había dado con algo que se escondía en su interior, algo que no podía expresar de una manera distinta; si pudiera ya lo habría expresado de ese modo. Tan bello y, a la vez tan simple como lo palpamos día a día, eso que se él y solo él había podido captar, quizá en una mirada, en un paisaje y era bello porque era verdadero. Detrás de la sangre que brillaba sobre la roca había algo más que un simple golpe de azar, se escondía tras ella una razón de ser, un hombre que desde ese momento ya quería comunicar, que había advertido algo, una verdad que tenía que contar. Nadie diría hoy que los garabatos de un niño en la pared de su casa son arte, pero ¿quién niega la belleza que ahí hay representada?
La pregunta por la belleza no es lo mismo que la pregunta por el arte, aunque están íntimamente implicadas. La belleza tiene más que ver con la verdad trascendental, una verdad que se relaciona con aquello que tiene más ser, a mayor ser mayor belleza. Por ello es que, cuando nos referimos a esta belleza, lo más trascendental, lo más inmaterial, lo más sublime, es lo más bello. En este sentido, nada es más bello que lo verdadero y nada es más verdadero que lo bello. El amor, la amistad, Dios es lo que posee más realidad y que por lo tanto es más bello.  El Guernica no es bello en lo que ahí hay trazado, no es bello por lo que representa sino por algo más profundo. No son bellas esas caras descompuestas ni esos colores ténebres, es bella la verdad que existe detrás del cuadro. Aquello que en esa pintura nos habla de la crueldad de la guerra, del dolor de las personas y del terror que Picasso sentía y que quería contarnos.
 La verdad ontológica propia de lo más Bello suele exceder al ser humano que en su capacidad limitada solo, en muy escasas ocasiones, es capaz de contemplarlo y plasmarlo a través de símbolos o metáforas. Esta es la labor de un artista, elevar la sensibilidad del público para ponerle delante de las verdades más sublimes. Pero esto solo se puede expresar al modo de ser del hombre que no es plenamente el modo de ser del creador, una expresión que, a pesar de participar de esta actividad creadora, parte de lo material. Por ello incluso el genio debe conformarse con expresarlo a través de las artes que constituyen  el medio de comunicación de aquello que  nos supera, que es tan profundo que no podemos atraparlo en un concepto estático y ahondar en su conocimiento: lo inefable. El arte, en definitiva, tiene más que ver con la verdad lógica, entendida como la adecuación entre la mente y la cosa y en este caso entre la mente -verdad encontrada- y el fruto de la mente -la obra de arte-.
La adecuación puede darse según distintos aspectos de la realidad: los impresionistas la alcanzaron adecuando sus obras a la verdad sensible: lo que veían. Sin embargo no es menos verdadera que la que expresa el Guernica, la obra  también se adecua a la verdad pero de una manera distinta. La verdad que Picasso quería contarnos no es solo sensible: tiene mucho más que ver con la profundidad del alma humana, es intentar adecuar una realidad hondísima a un artefacto humano, casi parece un proyecto imposible. Pero ahí está, una realidad humana encarnada en un lienzo.
Cuando una canción nos hace trascender, cuando un baile nos hace volar por encima de lo mundano, de lo superficial, es ahí cuando abrimos los ojos, observamos el cielo y nos preguntamos ¿y ahora qué? Y ahí es donde radica la grandeza del ser humano, en que descubriéndose pequeño, descubriéndose como un punto en la enorme verdad del mundo que está conociendo trata de plasmarlo. Cada persona de un modo distinto, cada cual decide como comunicar lo que descubre pero todos lo hacemos. Sentimos una necesidad, un impulso irrefrenable ante la contemplación de la grandeza de una verdad de comunicárselo a los otros, ansiamos una especie de acto de amor, de compartir algo grande.
A veces, el artista decide plasmarlo en una metáfora en un poema, a veces en una fotografía, otras en un edificio. El soporte no importa, cualquier arte escogido es sin duda el óptimo para aquel que lo escoge porque un pintor si pudiera explicar la verdad de sus obras en un libro no las pintaría, del mismo modo que un fotógrafo no lo expresaría en unos pasos de baile. Hay para quienes el lenguaje verbal les resulta pobre en la plasmación de su inspiración y también para quienes un cincel o un lápiz les resulta inútil.
La genialidad de un artista no reside únicamente en la expresión, lo que convierte a autores como Miguel Ángel, Cervantes, Picasso o Manet en genios es que han sido capaces de comprender algo fundamental, algo tan profundo del hombre que les ha maravillado y se han sentido en la obligación de contarlo. Por ello, los meros copistas o aprendices no han alcanzado su estatus, solo ellos han contemplado la verdad que les convierte en auténticos profetas que muestran lo inefable al mundo. Esta es una labor muy ardua que exige el compromiso absoluto de la persona con la verdad, exige una entrega de toda la vida en la búsqueda de la verdad que subyace en la profundo de la realidad. A esto es a lo que se refiere la famosa sentencia de Malevich tras finalizar su obra de “Blanco sobre blanco”: “Mi obra es el resultado del trabajo de toda una vida”.